El músico, jazzista político, pero sobre todo importante activista panameño Rubén Blades, ofreció un concierto en Nueva York con la Jazz at Lincoln Center Orchestra, que dirige el trompetista Wynton Marsalis y del que se surgió el extraordinario disco Una Noche con Rubén. Texto originalmente publicado en El Financiero.
Muy poco sabían el trompetista estadounidense Dizzy Gillespie y el percusionista cubano Chano Pozo del impacto que tendría su colaboración de finales de los años 40 y de la fusión que hicieron entre el jazz y la música popular afrocubana, que desembocó en el surgimiento del Latin Jazz o dicho de otra manera del jazz afrocaribeño. Con los antecedentes de Chico O’Farril, Willy Bobo, Cachaco, Mongo Santamaría o Tito Puente, que durante los años 50 lo posicionaron, el jazz afrocaribeño permeó de manera natural en los músicos de salsa de los años 60, 70 y 80, y viceversa.
Rubén Blades (Panamá, 1948) fue uno de esos músicos que crecieron entre los sonidos de la salsa y el jazz y supo conjuntarlos como los grandes que lo influenciaron, con el plus que se convirtió además de en un excelente cantante e intérprete, en un gran contador de historias.
En 2014, como parte del trabajo que The Jazz at Lincoln Center, bajo la dirección del trompetista Wynton Marsalis, realiza periódicamente sobre el jazz y sus vínculos con otras músicas, invitaron a Rubén Blades para ofrecer algunos conciertos en el Rose Theater de Nueva York, en donde se exploraron los vínculos y cercanías del jazz, la salsa y los sonidos afrocaribeños; esas presentaciones quedaron registradas en el disco Una Noche con Rubén Blades, que fue lanzado en octubre de este año.
Con la dirección musical del contrabajista de la Jazz at Lincoln Center Orchestra, Carlos Henríquez, —quien en la presentación destacó la importancia que Rubén tiene: “el caballero que voy presentar, vive conmigo desde antes de que naciera”—, el disco es un recorrido por los temas emblemáticos de Blades como El Cantante, una de las canciones insignia de Héctor Lavoe; así como Patria, Ligia Elena, Juan Pachanga o Pedro Navaja, cuya introducción es con Mack the Knife que al cabo de poco más de un minuto se funde con el clásico “Por la esquina del viejo barrio, lo vi pasar. Con el tumbao que tienen los guapos al caminar”.
Además el set, cuyos arreglos también corrieron a cargo de Henríquez, incorporó algunos estandars de jazz reinterpretados desde la visión y espíritu latino y salsero de Rubén. Así, por ejemplo, tenemos I Can’t Give You Anything but Love, en el que interludios salseros se mezclan, con gran acierto con el swing y nos muestran a un Rubén Blades nuevo, un Rubén Blades crooner, de perfecta hechura.
Hacia la mitad disco aparece el clásico de Cole Porter, Begin the Beguine, que ha tenido diversos tratamientos cercanos a lo latino, como la versión de Juan García Esquivel y en Una Noche con Rubén Blades, se disfruta como una completa salsa con tintes swing; y en los bonus track la fiesta continúa con una muy latina y candente versión de Fever, en la que la cantante y actriz Luba Mason, cantó con él.
La década de los 70 fue un hervidero de movimientos musicales de todo tipo en Nueva York. Estaba el punk, la música disco, el surgimiento del hip-hop y por supuesto la fiebre latina. “La música que arreglé para que Rubén Blades la interpretara con la Orquesta suena como a Panamá, Nueva Orleans y Nueva York todo fusionado en uno”, escribe Carlos Henríquez, en referencia a la influencia que estos géneros y sus historias han tenido el los músicos de la Jazz at Lincoln Center y por supuesto, en generaciones de personas que viven dentro y fuera de la llamada Gran Manzana.
@YonAmador
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