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Foto del escritorYon Amador

Juan José Calatayud, el jazzista adelantado a su tiempo

En la Sala Adamo Boary del Palacio de Bellas Artes, se realizó el ciclo "Tres Grandes Figuras del Jazz Mexicano en Bellas Artes", en donde hablé de Juan José Calatayud, destacado pianista veracruzano que ayudó a impulsar el jazz mexicano más allá de sus escenarios "naturales". Aquí el texto que compartí con el auditorio.



Muchos de los pioneros del jazz mexicano se han ido de manera irremediable, el tiempo no perdona. Sin embargo podemos presumir que aún están entre nosotros Tino Contreras, destacado baterista, que ha llevado el jazz mexicano por varias partes del mundo desde la década de los 50, y que acaba de cumplir 95 años de edad; Víctor Ruiz Pasos “Vitillo”, tremendo contrabajista veracruzano y otro gran baterista, Salvador Agüero “Rabito”, con quien tuve la oportunidad de conversar hace poco (charla que está pendiente de salir al aire por UAM Radio 94.1 FM) y hace gala de una gran lucidez. Si mi memoria no falla, ellos tres son los únicos músicos vivos de una primera generación que dio un impulso importante y fundamental al jazz mexicano, en los años 50 del siglo XX.


Cada oportunidad que las instituciones nos ofrecen para recordar a jazzistas mexicanos es una oportunidad para acercar sus figuras e historias a la gente, pero también es una oportunidad para continuar tejiendo la historia de un género musical que si bien está alejado de las masas, es uno que en la última década se ha expandido de manera importante en nuestro país, con intérpretes cada vez más jóvenes y con jóvenes cada vez más talentosos.


Hoy le toca el turno al cordobés ―al originario de Córdoba, no al torero, aclaremos―, Juan José Calatayud, pianista destacado en su técnica y emotividad, que pertenece a una segunda generación de grandes jazzistas mexicanos que tomaron el impulso y la apertura de músicos como Héctor Hallal “El Árabe”, Mario Patrón, Pablito Jaime, Tomás Rodríguez “La Negrita”, así como los mismos Tino, Vitillo, Chilo o Rabito, entre otros que por espacio no menciono. Esta segunda generación, entre las que podemos destacar además de Calatayud a Francisco Téllez o a Freddy Noriega, aprovechó el momento, la inercia y la época y llevaron el género más allá de lo que podríamos decir era su zona de confort.


Creo que de poco serviría hablar de los datos biográficos de Juan José, que son de sobra conocidos o fácilmente se pueden encontrar en una rápida búsqueda de Google. Baste decir que nació en 1939 y que a sus 18 años ingresó al Conservatorio Nacional de Música, en la Ciudad de México, proveniente de Veracruz.


Juan José Calatayud, soy un convencido de ello, estuvo adelantado a su tiempo. Calatayud es el prototipo del músico y del jazzista de hoy. Por su formación enteramente concertista, tenía una técnica depurada, que muchos le reconocieron y le admiraron. Lo mismo fue solista con la Orquesta Sinfónica Nacional, que con la de Xalapa o con alguna internacional; lo mismo interpretaba a Mozart o Ravel, que a Gershwin o a Brubeck ―en el libro “El Jazz en el Palacio de Bellas Artes de Alberto Zuckermann y Susana Ostolaza, hay registro del concierto que ofreció para estrenar en México los Diálogos para Combo de Jazz y Orquesta de Howard Brubeck; cuatro movimientos que fusionan lo mejor del mundo del jazz, o sea la improvisación, con la música sinfónica―. Algunos de los pianistas que jazzean ahora en nuestro país, recorrieron con sus diferencias, el mismo camino que Calaytayud, del mundo académico, musicalmente hablando, a la improvisación. Ahora el jazz se enseña en aulas y no sólo con el contacto directo con los músicos en jams o tocadas; ahora de manera paralela se ejercita la técnica y la improvisación.


Juan José es uno de los jazzistas mexicanos destacados de la historia, sin embargo, a diferencia de otros jazzistas mexicanos, su aproximación al género fue tardía. No para escucharlo, pero sí para interpretarlo. Entre 1957 y 1962, es decir entre sus 18 y 23 años, él permaneció en el Conservatorio, estudiando con grandes maestros (Blas Galindo uno de ellos), pero con una indicación clara y precisa, que hace tiempo me contó de primera mano Francisco Téllez, quien también estudió en el Conservatorio por esos años: en los salones de prácticas estaba estrictamente prohibido tocar música popular, jazz incluido. Era estigmatizado, era visto como música menor, música de cabaret, música estridente; ésto pese a que en Estados Unidos, desde 1938, Benny Goodman había llevado el jazz al Carnegie Hall, la sala de conciertos más importante de Estados Unidos, en donde años antes había cantado Enrico Caruso o se habían estrenado marchas de John Philip Sousa, por cierto un acérrimo enemigo de la música sincopada.


No obstante todo lo anterior, Juan José Calatayud desde su natal Córdoba, ya había estado expuesto al jazz a través de la música estadounidense por medio de dos pianistas como fueron Carmen Cavallaro y Eddy Duchin, que si bien reconoce Juan José, no era precisamente jazz, sí era música popular. También, en una entrevista para el IMER, en 1989, comentó Calatayud que uno de sus principales acercamientos por aquel entonces al jazz, fue gracias a las piezas sinfónicas de George Gershwin, como Rapsodia en Azul: “verdaderamente quedé maravillado –dijo Juan José–, no porque sea en sí una maravilla lo que él hizo, sino porque una fibra especial me tocó”.


Pero entonces, ¿si Juan José no había escuchado jazz de manera formal antes de 1957 y menos lo había tocado antes de 1962, cómo fue que acabó en la lista de los jazzistas mexicanos más importantes?


“El jazz lo comenzé a tocar por gusto”, aseguró Calatayud. En 1962 ―fecha por cierto en la que hizo su entrada formal el jazz al Palacio de Bellas Artes―, Juan José estaba en un dilema: seguir estudiando e irse fuera del país o dedicarse a la música, optó por lo segundo. En esa entrevista para el IMER de 1989, contó que a él se le facilitaba tocar música popular como el jazz y que cuando le comentó a su profesor ―uno de los más importantes para él, Pablo Castellanos―, que optaría por tocar música popular, él le cuestionó si podía hacerlo, Juan José le respondió que sí, que tenía facilidad para hacerlo. “Entonces házlo, no cualquiera lo puede hacer”, le habría dicho Castellanos; “si yo pudiera tocar música popular no estaría encerrado todo el día aquí dando clases (en referencia al Conservatorio)”.


Así fue que durante los años 60 comenzó a tocar en diversos sitios, bares de hoteles importantes, pero principalmente en la Rana Sabia, un café existencialista, uno de esos espacios “que mientras más snob, es mejor”, decía Calatayud, y en el que también surgió su trío 3.1416, acompañado de Freddy Marichal, en la batería y Fernando Sánchez Madrid en el contrabajo, quien era pianista pero terminó adoptando el contrabajo.


Durante aquellas primeras incursiones al jazz, él nunca se sintió jazzista, sino hasta que fue invitado, junto con su trío, a participar en el Festival de Jazz del Teatro Insurgentes que organizaba José Luis Durán, era 1964 y en realidad tenía poco tiempo tocando en la Rana Sabia. Hasta donde sé, esa presentación se grabó y se convirtió en el primer disco del trío, de más de diez que grabó Calatayud a lo largo de su vida.


Luego vendrían otras presentaciones que lo afianzarían en la escena, principalmente dentro del Palacio de Bellas Artes. La primera fue en 1968 con su 3.1416, en la que se interpretaron sólo estándares, sin embargo, en una charla que Calatayud sostuvo con Alain Derbez, recordó principalmente el concierto de 1971 que ofreció dentro de un ciclo de conciertos en los que Tino, Chilo y él alternaron con Bill Evans, Dave Brubeck y Thelonious Monk, respectivamente.


El nombre que más se va a repetir a lo largo del libro “El Jazz en el Palacio de Bellas Artes”, es justamente el de Juan José Calatayud, es el músico y jazzista mexicano con más presentaciones en dicho recinto. Sin quitarle méritos artísticos y musicales, que no se me malinterprete, pero quizá su relación y cercanía a Luis Herrera de la Fuente, entonces Director Artístico de la OSN o a algún funcionario, le facilitó tocar en Bellas Artes cada año, una, dos, tres y hasta cuatro veces, con proyectos diversos como música de cine, estándares, espirituales, música propia o acompañando a cantantes que ampliaban el repertorio jazzístico como Nan Redi, Patricia Mena, Aída del Río, la soprano Guillermina Higareda o Patricia Carrión.


“Ser jazzista es principalmente algo que se debe traer. Es una disposición, un don” comentó Calatayud a Alain Derbez, y él lo traía. Uno de los principales improvisadores de todos los tiempos, dicen los que saben, fue Johann Sebastian Bach y Juan José lo sabía y al igual que Jacques Loussier, él también interpretó a Bach con variantes jazzeras. Participó como director musical en varios montajes de teatro musical, también compuso temas para el Taller Coreográfico de la UNAM, trabajó diversos arreglos jazzeros de música mexicana y destaca su Misa en Soul Mayor.


Una de las principales aportaciones de Juan José Calatayud a la escena, además de su enorme talento para incorporarse a diversos proyectos de cine o teatro, fue el hecho de llevar el jazz a lugares en donde no era común escucharlo. Si durante los años 50 el hábitat natural del jazz eran los cabarets y centros nocturnos, a donde la gente iba a escuchar y bailar con la música de orquestas como la de Luis Arcaraz, por ejemplo; en los años 60, ya se le podía escuchar en el llamado recinto de mármol, en bares, restaurantes, cafés, en centros culturales y, sobre todo, en espacios universitarios. Durante 7 años, Juan José tocó semana en la Casa de la Paz, mientras que en los distintos espacios del Palacio de Bellas Artes tocó 14 años la mayoría de manera ininterrumpida y una vez o más por año.


La única deuda que dejó Juan José Calatayud fue la falta de un disco, de un proyecto con temas enteramente compuestos por él. La mayoría de los discos que grabó y los temas que interpretó eran principalmente arreglos a temas de The Beatles, estándares, espirituales y de pronto una que otra pieza compuesta por él. La deuda que tenemos los que nos dedicamos a la difusión es acercar a la nuevas y no tan nuevas generaciones, la música de los grandes maestros del jazz mexicano, para que llegue un día en el que así como podemos reconocer Take Five o Summertime, también podamos reconocer algunos de los temas de jazz mexicano.


El trabajo de Calatayud como profesor, como transmisor de conocimiento es igual de importante. Su generosidad fue más allá de las aulas. Colaboró con varios jazzistas de una tercera y cuarta generación como Verónica Ituarte, Patricia Carrión, Iraida Noriega, por mencionar solo a tres. Otro mérito de Juan José, es que en un ambiente lleno de egos, es de los pocos jazzistas que fue querido por muchos; es de sobra conocida su enemistad con Tino, la cual al parecer quedó superada en los últimos años de vida del veracruzano, pero en general fue un músico querido y sobre todo admirado.


@YonAmador

Fb: Síncopa Blues. Jazz y blues de México

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