En el segundo trimestre del 2019 fui invitado a participar en la primera Sesión de Escucha que la Fonoteca Nacional dedicaba al blues mexicano. Este texto es parte de las ideas y comentarios que compartí.
¿Cuándo comenzó a sonar el blues en México? Es una de las preguntas que muchos nos hacemos y es muy complicado responderla. Si tomamos al jazz y sus subgéneros de inicios del siglo XX como una derivación natural del blues, la respuesta obvia sería que el blues tiene arraigo en nuestro país desde la primera década del Siglo XX. Pero exploremos más.
Como he escrito en otras ocasiones (http://www.culturablues.com/2018/10/blues-racista-un-poco-de-historia-para-combatirlo/), antes del blues como lo conocemos ahora, existieron los cantos de trabajo (worksongs) y los cantos religiosos o espirituales (spirituals). Los negros del sur de Estados Unidos entonaban canciones con mensajes de protesta, en clave, contra las precarias condiciones de trabajo o de carácter religioso, con el fin de hacer su jornada más llevadera.
En su libro Escucha Esto, de editorial Seix Barral, el escritor y destacado crítico musical de The New Yorker, Alex Ross, describe el momento en el que músico y compositor W.C. Handy ㅡuno de los fundadores del jazzㅡ tuvo contacto por primera vez con un estilo musical que a la postre llamaríamos Blues.
En 1903, Handy se encontraba en la estación del tren de Tutwiler, Misisipi, y ahí escuchó a un señor que rasgaba su guitarra con un cuchillo, mientras cantaba una y otra vez la misma frase. Cautivado por la novedad musical, Handy intentó replicar el mismo sonido en sus composiciones, principalmente en la clásica St. Louis Blues (1914). “Una característica común de muchos de los primeros blues, ya fueran comerciales o rurales ㅡdescribe Alex Rossㅡ, es el antiguo deslizamiento cromático descendente”, y como ejemplo destaca la mayoría de los blues tradicionales de las dos primeras décadas del siglo XX, con Bessie Smith, Skip James, Charley Patton, Robert Johnson, entre otros.
W.C. Handy ayudó de manera importante a dar a conocer el blues, sin necesariamente ser un bluesista como los del Delta. A la par se fueron desarrollando dos visiones del blues, por decirlo de un modo. Por un lado, el blues con arreglos para bandas y orquestas; mientras que por el otro lado, el blues rural, el country blues, el hombre y guitarra fundidos en un solo canto, que derivó en el Blues de Chicago, la corriente electrificada del género.
Es decir, desde sus orígenes el blues tuvo la capacidad de moldearse para lograr derivaciones como el boogie woogie, que si bien sus primeras grabaciones datan de finales de los años 20, su mayor impacto fue 2 décadas después.
Coincidentemente, los años 40 del siglo pasado fueron importantes para la identidad cultural del mexicano y mexicoamericano en Estados Unidos; fue el momento en el que de manera más evidente se dio el sincretismo con la cultura afroamericana. En su estudio “Espejos Invertidos: La Identidad Cultural Mexicana a través de Cantinflas y Tin Tán”, César Abarca, catedrático de la Universidad Estatal Humboldt, en California, describe el contexto social, económico y cultural que se vivía en el Estados Unidos de la Postguerra: “durante este periodo, los jóvenes principalmente comenzaron a obtener acceso a expresiones culturales alternativas en Estados Unidos. Música: swing, jazz, blues, soul, rythm and blues u otros… Esas influencias conformaron las experiencias de los migrantes mexicanos y los trabajadores chicanos, quienes ahora estaban expuestos a otras formas de cultura estadounidense. Silenciosamente, ellos comenzaron a crear la propia”, es decir surgieron los Pachucos.
Cargados de un lenguaje, vestuario y estilo propios característicos ㅡcon los zoot suits, esos sacos largos de solapa ancha, sombreros con plumas y corbatas ampliasㅡ, los Pachucos eran, “la minoría de la minoría”, como decía César Chávez. “Usar ese traje no era una moda, sino una seña de identidad de jóvenes oprimidos e insatisfechos que no eran ni mexicanos ni estadounidenses, sino el laboratorio de un mestizaje cultural”, afirma José Agustín en su libro La Contracultura en México.
El Pachuco era bueno para el baile y lo mismo le pegaba a ritmos caribeños como la rumba o el mambo, que al swing estadounidense o al boogie woogie, género que surgió directamente del blues, con compases rítmicos en el piano, diseñados para bailar.
Pero los Pachuchos no solo sabían sacarle brillo a la pista, también hacían música, interpretaban y cantaban, como señala Anthony Macías, catedrático que se ha dedicado al estudio de la cultura chicana y latina en Estados Unidos, “a finales de 1940 los músicos chicanos en Los Ángeles (y en El Paso, añado yo), incluso crearon un nuevo tipo de música ㅡPachuco Boogie Woogieㅡ de esta manera adaptaron los estilos afroamericanos para hablar desde su propia sensibilidad cultural”. Se apropiaron de la música tradicional mexicana, como el ranchero, pero también adoptaron ritmos afrocaribeños y los mezclaron con swing, boogie y más importante incorporaron el blues de los negros, esa otra minoría igual de segregados por la comunidad blanca estadounidense.
Para muestras tenemos a Lalo Guerrero y sus Cinco Lobos, pero sobre todo a uno de los grandes personajes del movimiento Pachuco, musicalmente hablando: Don Tosti, Edmundo Martínez Tostado, contrabajista quien compuso varios temas, grabados a finales de los años 40, en donde el blues es la base predominante o principal: “Pachuco Boogie” o “Los Blues”, son dos claros ejemplos.
La porosidad de la frontera entre México y Estados Unidos, por aquellos años, hizo que ese sonido bluesero ya pachuqueado, mexicanizado tuviera repercusión más allá de Ciudad Juárez y Tijuana, gracias en mayor parte a Germán Valdéz Tin Tán, quien llevó, primero a las carpas y luego a la pantalla grande, la figura, cultura e identidad del Pachuco. En Hotel de Verano, su primera aparición en el cine, el sketch que interpreta junto a su Carnal Marcelo, es muestra clara de esto, incluso la canción que canta: Watatina, es un boogie con todo el acento bluesero del movimiento Pachuco.
En México existen pocos estudios sobre la historia del blues en nuestro país. Mucho sabemos sobre la presencia bluesera en bandas rockeras de inicios de los años 60; sin embargo considero que por todo lo mencionado, el blues comenzó a permear en México más de una década antes, es decir desde finales de los años 40, a través del movimiento Pachuco y con una versión ya camino a mexicanizarse y apartada del blues tradicional del Delta o del que por esos mismos años ya sonaba en Chicago, pero que guardaba toda su carga genética.
De esta manera, a la par de Tin Tán, Los Xochimilcas, por ejemplo incluían en su repertorio, danzones, swings, boogie’s, además de uno que otro blues, muy a su estilo, como su versión de St. Louis Blues, que llamaron San Luis Blues, en donde trompeta y acordeón hacen sus respectivas escalas blueseras, muy bien logradas por cierto. Mención aparte merecen las orquestas de los años 50, que de igual manera en su repertorio y con sus arreglos, incorporaron el blues a su sonido y de esta manera el género fue permeando inconscientemente en el gusto de la gente.
Para los que piensan que el blues “verdadero” tiene exclusivamente las características del sonido Delta o Chicago, vale la pena destacar, que el blues más que un género es una emoción traducida en una escala musical determinada, que muchos compositores de jazz o incluso de música de concierto, como George Gershwin, emplearon. Por ello no es descabellado asegurar que el blues en nuestro país adquirió características y sonoridades especiales, pero de eso hablaré en otro momento.
@YonAmador
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