En 2017 el mundo celebró el centenario del nacimiento de una de las cantantes y jazzistas más importantes de todos los tiempos, Ella Fitzgerald. El 25 de abril en la sección Función del periódico Excelsior, se publicó el siguiente texto.
“La mejor manera de comenzar cualquier velada musical, es con esta chica, nada mejor que esto”. Frank Sinatra, cantante.
La brillante marquesina del hoy legendario Apollo Theater, en Nueva York -apenas meses antes abierto-, anunciaba sus Noches de Amateurs, espacio abierto para los aficionados de Harlem. Es 21 de noviembre de 1934, detrás del escenario del Apollo, una joven, delgada y asustada Ella Jean Fitzgerald está a punto de salir para su presentación de baile dentro del concurso de aficionados. Está ahí por una apuesta con sus amigas, “te retamos a que participes”, le dijeron. La actuación casi profesional de los participantes que están terminando su número, la paraliza. Los segundos corren. De pronto se escucha la voz del coordinador del escenario: “tendrás que salir, ¿sabes hacer otra cosa?”, -sé cantar, respondió en seguida.
Lo que no sabía Ella, es que esa noche su vida tomaría un curso trascendental. Su origen humilde, su orfandad prematura, su paso por el reformatorio, su vida en las calles de Harlem, todo quedó atrás. Salió al escenario y cantó Judy, que había escuchado en voz de Connee Boswell, su cantante favorita. Sobre esta historia se han contado varias versiones, como la del jazzista Benny Carter, quien tocó esa misma noche en el Apollo y que asegura que además cantó The Object of my affection, de la misma Boswell. A estas alturas da igual; salió, cantó, ganó el concurso y la admiración de Benny Carter, quien la apoyó desde esa noche.
“La voz de Ella se convierte en el sonido más rico y versátil de la orquesta”. Arthur Fiedler, director de la Boston Pops Orchestra.
Chick Webb, baterista y director de orquesta de frágil salud, fue uno de los músicos cuya influencia determinó el desarrollo musical de Ella. Comenzó a trabajar con él pocos meses después de aquel concurso en el Apollo, ya en 1935. Bajo la conducción y enseñanza de Webb, la joven Ella tomó el control de su potente voz, realizó diversas giras, sus primeras grabaciones e incluso compuso A Tisket a Tasket, primer gran éxito para la cantante y tema con decenas de versiones a lo largo de las décadas siguientes.
En una entrevista, en 1974, para el programa canadiense City Lights conducido por Brian Linehan, Ella comentó que quizá la primera vez que escuchó hacer un scat -estilo vocal que consiste en cantar improvisadamente con palabras sin sentido para imitar sonidos de instrumentos-, habría sido con Louis Armstrong o Cab Calloway. Sin embargo, fue ella la que con su forma de scatear logró convertirse en la mejor. Como ejemplo está su maravillosa versión bebopera de How high the moon, Lady be good o la mayor parte del repertorio que interpretó a lado del trompetista Dizzi Gilliespie y otros músicos, como su segundo esposo Ray Brown, integrantes de la corriente Be Bop, movimiento jazzístico muy popular e importante de finales de los años 40 y principios de los 50.
Ella Fitzgerald es sin lugar a dudas considerada la mejor cantante de la historia en este estilo y su voz ha marcado a generaciones de todo el mundo. “Si vas a estudiar jazz y quieres ser cantante de jazz, es alguien a quien vas a tener que estudiar, que vas a tener que escuchar, porque es parte de las personas que establecieron este lenguaje”, comenta la jazzista Iraida Noriega; y Antonio Malacara, escritor especializado en jazz, asegura sin empacho al hablar de la influencia de su música: “Ella está en el inconsciente colectivo de toda una generación en este país (México)”.
“Es una de esas cantantes icónicas dentro del jazz, porque tenía un timbre de voz precioso y tenía una naturalidad para manifestar su libertad”. Iraida Noriega, jazzista.
La década de los 50 del siglo XX, fue decisiva para Ella en muchos aspectos, pasó de cantar be bop a realizar lo que muchos denominan el más importante dueto en la historia del jazz, e incluso de la música en general: grabó tres discos con Louis Armstrong, músico al que admiraba profundamente desde su niñez. “Yo siempre estaba echándolo a perder (la grabación), porque estaba tan emocionada viéndolo y él era tan bromista, que no sabía si cantar o reír”, comentó Ella en una entrevista recuperada en el documental Ella Fitzgerald: Something to live for de Charlotte Zwerin.
El proyecto y la selección de temas, que comenzó con el disco Ella y Luis (1956) y se extendió a Ella y Louis Again (1957) y Porgy and Bess (1958), fue idea de Norman Granz, manager de Ella -quien, por cierto, para lanzar sus discos, en 1955 creó Verve, disquera que se convirtió en la más importante en cuanto al catálogo de jazzistas-. El éxito de los discos los llevó a diversas giras y presentaciones en vivo, además, son testigo del genio musical de ambos.
Bajo la tutela de Norman Ella se involucró en otro ambicioso proyecto que terminó por encumbrar su voz y figura: grabó los song books (repertorios musicales) de compositores estadounidenses. “Realmente no sabía cuán buenas eran nuestras canciones hasta que Ella Fitzgerald las cantó”, comentó el compositor Ira Gershwin, quien junto con su hermano George, crearon uno de los grandes cancioneros de la primera mitad del siglo XX de Estados Unidos. Song books de Cole Porter, Rogers y Hart, Duke Ellington, Irving Berlin y destacados conciertos como en Berlín, Roma o en el Ópera House, fueron algunos de los discos que grabó bajo el sello Verve.
Entre las muchas virtudes de Ella, también destacó su bondad. En 1993 creó la Fundación Caritativa Ella Fitzgerald, que a la fecha sigue ayudando a personas sin importar su raza, cultura o creencia.
“Ella vivió para cantar”, sentencia el escritor Stuart Nicholson, en su libro Ella Fitzgerald. La Biografía Completa y nada más cierto que eso. Pese a los avatares que sufrió, como la segregación racial, su voz se alzó hasta convertirla en una de las cantantes de jazz más importantes del mundo.
Ella Fitzgerald, junto con Billie Holiday, Sarah Vaughan y Nina Simone, conforma lo que me gusta llamar las tres mosqueteras del jazz. Pero a diferencia de ellas, la voz de Ella conjuga potencia, interpretación y una amplia capacidad vocal. “En un mundo de grandes cantantes de jazz como Sarah Vaughan, Ella tenía la voz más limpia”, destaca el periodista y amante del jazz, Sergio Sarmiento. Su voz es de las “más plácidas para el jazz”, comenta por su parte el pianista y concertista Rodolfo Ritter y añade, “su afinación es alucinantemente buena”, por eso es y siempre será La Primera Dama de la Canción.
“Si quieres aprender cómo cantar, escucha a Ella Fitzgerald”. Vincente Minelli, director de cine, considerado el padre de los musicales.
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