Los Juegos Olímpicos de 1968, que se realizaron en México, fueron los primeros que organizaron un vasto programa cultural, en el que el jazz tuvo un lugar preponderante.. Este texto fue publicado originalmente en El Financiero.
Fueron las primeras de América Latina, los décimo novenos Juegos Olímpicos se realizaron en México en un año convulso no sólo en nuestro país, sino también en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, esas olimpiadas además de ser recordadas por el Black Power, por el mejor desempeño que ha tenido México en unas olimpiadas, con 9 medallas obtenidas; o por la hazaña del maratonista de Tanzania, John Stephen Akhwari, también lo es por su Olimpiada Cultural.
El proyecto de la Olimpiada Cultural, presentado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, contemplaba recuperar los ideales del “movimiento olímpico y que son aspiraciones de la humanidad: el mutuo conocimiento, el respeto y la fraternidad”. Bajo el lema “Todo es posible en la Paz”, en el programa cultural participaron 97 naciones, en donde se abarcaron todas las expresiones artísticas: artes plásticas, cine, música, teatro, danza.
El 19 de enero de 1968, en el Teatro de Bellas Artes —ahora la Sala Principal— se inauguraron las Olimpiadas Culturales, en donde Avery Brundage, presidente del Comité Olímpico Internacional, señaló: “En la historia de los Juegos Olímpicos se recordará que fue México, un país relativamente joven, quien abrió el camino a la pureza, belleza y sencillez de las antiguas Olimpiadas”.
Dentro de las decenas de actividades que se vivieron, en el Palacio de Bellas Artes y el Auditorio Nacional se presentaron algunos de los mejores exponentes del jazz de Estados Unidos. George Wein, creador del célebre Festival de Jazz de Newport trajo el 24, 25 y 26 de mayo a jazzistas de la talla de Dave Brubeck con Gerry Mulligan; al quinteto de Cannonball Adderley, a la Orquesta de Woody Herman, el quinteto de Herbie Mann con la cantante Clea Bradford y el Newport All Stars, liderado por el propio Wein. La fecha del 26, en el Auditorio Nacional, fue una especie de festival que inició a las 12:00 horas, que se prolongó más de cinco horas y en donde se presentaron todos los músicos.
Un dato curioso que apunta Alberto Zuckermann en su libro El Jazz en el Palacio de Bellas Artes, es la presencia que se registró del trompetista Miles Davis la noche del 25 de mayo, en Bellas Artes, para escuchar el concierto de Cannonball Adderley, quien traía como pianista a Joe Zawinul, uno de los creadores, junto con Davis del llamado jazz fusión. Un año después, Zawinul colaboraría con Miles en el disco In a silent way y en 1970 en el icónico Bitches Brew.
Por su parte, Dave Brubeck —que ya se había presentado en nuestro país y en Bellas artes en 1964 y 1967— regresó ahora con con una alineación alterna a su cuarteto tradicional, ahora lo acompañaban Jack Six, en el contrabajo; Alan Dawson, en la batería y Gerry Mulligan, en el sax barítono, una de las figuras destacadas dentro de la historia del jazz. De las presentaciones que tuvo el cuarteto en el recinto de mármol surgió el disco Compradres.
El broche de oro en materia jazzística de las Olimpiadas Culturales de hace 50 años, fue el concierto de Duke Ellington y su Orquesta el 28 de septiembre. El Duque visitaba por primera vez nuestro país con una alineación inigualable, que incluía a músicos como Jhonny Hodges y Paul Gonsalves. El programa que presentó la orquesta incluyeron, además de estándares conocidos, temas de Ellington como la pieza Mexican Anticipation, que incluyó en su Latin American Suite. Los temas interpretados esa noche fueron incluidos en el disco póstumo Duke Ellington live in Mexico.
A 50 años de una intensa actividad cultural en nuestro país, que aún es recordada como una de las más completas, amplias y mejores propuestas dentro del olimpismo internacional, quedan y quedarán en materia musical y en otras expresiones, testigos como estos dos discos grabados en nuestro país por enormes jazzistas, así como historias que se seguirán contando, sin importar el paso del tiempo.
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